4 sept 2013

CRÓNICA UTMB 2013

“Decidle al duque de Enghien que agradecemos sus palabras, pero este es un tercio español.” Alatriste

Bajo esta premisa me aventuraba a correr en la carrera por montaña más importante del mundo. El Ultra Trail del Mont Blanc: de las más duras, la más mediática y la que suele recoger a los mejores corredores de todo el mundo. Sólo acceder a ella, ya es un reto de por sí, pues necesitas obtener puntos clasificatorios en otra serie de carreras de ultrafondo, además de ser elegido en un sorteo por la cantidad de corredores que cada año desean participar. Por eso en enero cuando fui elegido, la ilusión fue enorme y la responsabilidad de llegar a la línea de salida con la mejor forma física y mental posible también. Este año, toda la planificación de mis entrenamientos y carreras se han enfocado a un objetivo principal: el Ultra Trail del Mont Blanc. Muchos han sido los kilómetros recorridos, muchos los entrenamientos bajo el frío, la nieve y la lluvia y también algunos bajo las estrellas y el calor. Por ello llegaba en las mejores condiciones posibles y con gran confianza en mí mismo y en mis posibilidades.

Perfil de la prueba
  

Llegamos a Chamonix la tarde anterior para recoger el dorsal y la bolsa del corredor. El ambiente era espectacular: directamente te sumerges en el corazón de los Alpes con miles de personas de diferentes nacionalidades unidas por la misma afición, en un lugar mítico donde la montaña es protagonista, teniendo el Mont Blanc en lo más alto como referencia y rodeado de majestuosos picos y frondosos bosques. La organización, perfecta y meticulosa, cuidando todos los detalles para hacer de esta experiencia única e intentando que no se deje nada al azar. Consta resaltar que el proceso de recogida de dorsal dura unos veinte minutos mientras te lo dan, verifican el material obligatorio, comprueban tus datos, etc. 

En Chamonix con el Mont Blanc de fondo


Chamonix, cuna del alpinismo



Los corredores más importantes también se encuentran por allí, y tengo la suerte de ver por la calle a atletas de la talla de Anton Krupicka, Nuria Picas o Timothy Olson. La humildad de estos superatletas y la posibilidad de poder compartir con ellos experiencias y estar en la misma línea de salida son unos de los factores que diferencian este deporte de otros y que logran enganchar al deportista amateur. Tras disfrutar del ambiente, toca retirada al hotel para descansar lo máximo posible, aislándose del bullicio de las calles y aunque el cuerpo te pide quedarte, hay que descansar para afrontar la dura prueba que se nos presenta.

Tras superar algunos nervios consigo dormirme a medianoche. A las 9 de la mañana me levanto para desayunar y acumular fuerzas para luego intentar dormir otro par de horas, aunque sin éxito. Tengo muchas ganas de que comience ya la carrera y los nervios se transformen en fuerzas para llevarme en volandas por el recorrido. Así pasan las horas hasta las 4:30 de la tarde, momento en que el que tiene lugar la salida de más de 2400 corredores que sólo tienen un objetivo: disfrutar recorriendo 168 kilómetros alrededor del Mont Blanc en un tiempo máximo de 46 horas. 


En la línea de salida, minutos previos al comienzo


En la salida me sitúo bastante atrás y pasamos los minutos previos con nervios y escuchando al animador y la música. Así hasta que suena el tradicional "Conquest the Paradise" de Vangelis en los minutos previos y desatar la locura de todos. La salida se produce lenta por atrás, andando durante un kilómetro pero disfrutando muchísimo del ambiente. Ya se escuchan los primeros ánimos del público para los valientes de este 2013 y la salida de Chamonix es un baño de masas que los corredores aceptan con agradecimiento, como premio de lo que les queda por delante. Los primeros kilómetros se suceden alternando el asfalto con pistas forestales entre casas y bosques siempre junto al caudaloso río Arve. Poco a poco voy adelantando posiciones con un trote tranquilo, que avance pero que no canse, en los 8 kilómetros de llano que tenemos hasta la localidad de Les Houches.


Imagen previa a la salida de la UTMB


A partir de aquí comienza la primera ascensión de la carrera. 7 kilómetros de subida que nos dirigen al Col de Voza y en la que ya hay que sacar los bastones y ponerse el mono de trabajo. Las subidas aquí son muy largas y constantes por lo que es fundamental tener un buen ritmo de marcha, pero que no te genere demasiado gasto energético. En mitad de la subida me doy cuenta que no llevo conmigo la hoja de ruta y el mapa que preparé tan a conciencia las semanas previas; pero no me desespero, es un detalle menor que hay que solventar con buena memoria y paciencia. Es importantísimo en carreras largas como estas, el saber gestionar bien las incidencias que vayan surgiendo.

Tras coronar el puerto nos espera una empinada bajada por una estación de esquí hacia Saint Gervais. Será en las cuestas abajo donde habrá que echar el freno y no dejarse llevar por la emoción, pues luego pasará factura a medida que vayan transcurriendo los kilómetros. Ya en el pueblo hay muchísima gente animando gritando tu nombre (aparece en el dorsal), niños por todos lados chocándote la mano y los tradicionales mensajes de ánimo: “allez, allez”, “courage” o “bravo”.


Paso por Saint Gervais

Pasan las tres primeras horas de carrera y me siento muy bien, como si acabara de empezar, por lo que continúo trotando suave durante la subida al pueblo de Les Contamines situado en el kilómetro 31. Aquí se encuentra el primer gran avituallamiento donde puedes encontrar de todo: barritas, dulces, fruta, chocolate, bebidas de todo tipo y un caldito de fideos que a mí me dio la vida durante toda la carrera. Llego casi de noche así que decido colocarme el frontal y abrigarme un poco con una camiseta térmica. Es mejor pasar calor y asegurarse siempre ir bien abrigado porque la montaña siempre te puede jugar una mala pasada.

Poco más adelante comienza la subida más larga de la carrera que nos llevará por encima de los 2400 metros de altura en el refugio de la Croix du Bonhomme. La primera parte sigue siendo por pista forestal (los primeros 35 kilómetros los hacíamos por caminos anchos para que no se produjeran excesivos atascos) hasta La Balme, donde nos esperan con unas luces especiales y algunas candelas que calientan al pasar. Como en la ascensión anterior, cojo un ritmo cómodo pero constante que hace que poco a poco y paso a paso me encuentre más cerca de la cima y vaya dejando atrás a más compañeros. La música de mis cascos y la oscuridad de alrededor me aíslan de todo y hacen que me concentre sólo en avanzar. La bajada hacia Les Chapieux pasa rápido por lo bonito y entretenido del sendero, que entre zig-zags y pasos de arroyos por puentes de madera te dirige de nuevo hasta los 1500 metros de altitud.

Les Chapieux (imagen de día)


Allí me hacen control de material obligatorio que paso sin problemas y, ¡sorpresa!, una orquesta está animando la velada y en ese momento se ponen a tocar el “Qué viva España” de Manolo Escobar. Bromeo con los del avituallamiento por la canción (casi me arranco a bailar un pasodoble) y salgo en un grupo de cuatro hacia la carretera asfaltada que nos llevará a la siguiente subida. Charloteando en inglés con ellos, vamos pasando los kilómetros hasta que de nuevo el sendero se empina para hacernos llegar al Col de la Seigne. En este punto ya superaremos los 2500 metros de altitud.

Desde abajo, podemos vislumbrar una interminable fila de luces que zigzagueando se alzan por la ladera de la montaña perdiéndose en las sombras para unirse con el tenue brillo de las estrellas. La imagen es sencillamente espectacular, igualmente que la observada desde arriba de la montaña hacia abajo, kilómetros más adelante. A pesar de esta bella imagen, el ascenso se me hace interminable por los dolores cervicales e incluso los mareos que empiezo a padecer, consecuencia de correr tantos kilómetros con la mochila subiendo y mirando hacia adelante. Hay momentos en los que me llego a asustar por la pérdida del equilibrio y por el peligro de que mi carrera pudiera terminar a consecuencia de este problema. Sin embargo, la bajada a Lac Combal hace que el cuello descanse y me recupere. El sendero aquí es cómodo y desciendo corriendo sin dificultad, ya en terreno italiano.

Bajada del Col de la Seigne hacia Lac Combal (de día)


En Lac Combal vuelvo a tener otra pérdida de material, en este caso el vaso de plástico con el que puedes beber en los avituallamientos. Pierdo diez minutos buscándolo pero no hay manera, así que decido continuar y pensar una solución más adelante. Son las tres de la mañana y en el valle comienza a hacer frío. Me abrigo completamente con el cortavientos, los guantes y un buff para el cuello y afronto la “corta” subida a Areté du Mont Favre sin bastones y mirando hacia abajo para descansar el cuello. La próxima bajada será bastante larga y nos llevará hacia Courmayeur, teniendo que descender 1200 metros de altitud. La primera parte es cómoda y sigo a buen ritmo. En el avituallamiento de Col Chécrouit puedo ver en una pantalla de televisión mi puesto en carrera: 292 y me sorprendo bastante, para bien. Sabía que había adelantado a muchos compañeros y que llevaba un buen ritmo pero en ningún momento llegué a pensar en ir tan bien situado. La segunda parte de la bajada es muy, pero que muy empinada con zonas de peligro muy expuestas. A pesar de ser de noche, intuyes los barrancos junto al sendero, que en un enrevesado zig-zag baja vertiginosamente entre escalones de maderos, raíces y tierra removida.

De esa forma llego a Courmayeur, punto importante de la carrera a las 5:30 de la madrugada con una hora de adelanto sobre mi mejor tiempo previsto, sin problemas físicos graves (salvo el dolor cervical) y con la moral intacta. Allí me reencuentro con Ali, que me ayuda a cambiarme, me anima, me masajea el cuello y me cuenta que voy muy bien y que todo el mundo está muy orgulloso de mí por cómo están saliendo las cosas. Me he cambiado los pantalones y me he calzado las Hoka One One que me darán la amortiguación extra para no que no sufran tanto las articulaciones. En el avituallamiento me como un buen plato de pasta y salgo con una alta motivación por haber estado con Ali, saber que estoy casi a mitad de la prueba y que pronto amanecerá.


En el avituallamiento de Courmayeur


Con esa confianza afronto la dura subida al refugio de Bertone. De nuevo un duro e interminable zig-zag por una escarpada ladera, pero esta vez con unas ganas enormes. Voy subiendo mientras comienza a clarear y se vislumbran las montañas junto al precioso pueblo de Courmayeur. Varios corredores vienen de vuelta, sin duda para retirarse en el puesto de control anterior. Cuando llego arriba, me tomo un café en el refugio Bertone viendo ya perfectamente el valle de Aosta bajo mis pies y arriba frente a mí, el imponente Mont Blanc. Sin duda, la imagen más bonita que recuerdo de esta carrera, y que en ese momento me da una motivación extra para que comience a correr y correr por una altiplanicie que nos dirige al refugio Bonatti. Mientras tanto, adelanto a muchísimos corredores y el Sol se planta en las cumbres más altas de los Alpes. Imágenes espectaculares que quedarán grabadas en mi retina para siempre. Glaciares, arroyos, tajos y crestas son los elementos que las adornan.


El Mont Blanc desde refugio Bertone, amaneciendo







Con estas vistas, es imposible no motivarse



En el mítico refugio Bonatti, de nuevo me tomo un reconfortante caldito, me avituallo bien y continúo hasta bajar al valle, a Arnuva. Aunque se intuye un día estupendo aún hace frio, y conservo todo mi abrigo por si las moscas. He pasado el ecuador de la prueba y me encuentro muy bien. Con esta perspectiva, encaro la mítica subida al Grand col ferret, el punto más alto de la carrera, donde tantas veces vi pasar en videos a la gente sentado en el sofá de mi casa: ahora me toca a mí, no quiero perdérmelo por nada del mundo. Comienzo tranquilo y lento, pero sin pausa. La gente va muy justa aquí y hay quien se para al lado a descansar o a meditar la retirada. Como lo hagas, caes. La cima se ve muy alta desde abajo aunque poco a poco se avanza. Cabeza abajo, música, ritmo y a seguir. Me imagino subir el Torrecilla, desde la cara de Tolox, siempre subiendo y la cima alta a lo lejos. El Sol empieza a darnos a los corredores en el lomo y eso nos reconforta del aire fresquito que aún sopla. Corono aún con fuerzas sabiendo que estoy a mitad de carrera (a tiempo de carrera me refiero) y me acuerdo de mi amigo Pedro Cruzado. Se quedaba corto al hablarme tantas veces lo bonito de aquello, lo especial de alcanzar aquella cota. A un lado Italia y a otro Suiza. Rodeado de escarpadas montañas que parecían no tener salida posible.

 Cara italiana desde el Grand col ferret

La siguente bajada era la más larga del UTMB, no muy pronunciada pero si muy constante; pasando de 2537 metros de altitud a mil y poco en 20 kilómetros de recorrido. Apoyándome en los bastones para evitar el desgaste muscular y articular y adoptando un ritmo cómodo comienzo la bajada por un sendero, a veces muy expuesto, con unos cortados impresionantes bajo mis pies que hacen pegarte lo máximo posible al talud superior del camino. Los primeros kilómetros los hago con un francés detrás, él me entretiene parloteando en inglés y yo le marco el ritmo.

Aunque desde que amaneció comencé a beber bastante pata evitar el riesgo de deshidratación, en los últimos kilómetros, desde Arnuva, me he olvidé de comer correctamente. Me entró una buena pájara allá por el kilómetro 105, pudiendo sólo andar a duras penas. Rápidamente me comí dos barritas y varios dátiles de urgencia que llevaba en la mochila y aun sin fuerzas no pare de andar. Hacerlo quizás hubiera supuesto un duro golpe para mis aspiraciones de terminar la prueba. Afortunadamente pasé ese mal momento en unos 15 minutos, y quedando sólo dos kilómetros para La Fouly vuelvo a correr de nuevo. Allí me alimento bien, bastante, acumulando fuerzas otra vez para continuar la bajada corriendo junto con dos que me marcan ritmo. Voy tan bien que incluso me voy solo hacia adelante. La bajada continúa pegada a un río del valle primero y luego sobre un sendero que va por un escarpado terreno con barrancos imponentes. Me acompaña ahora un simpático alemán con el que hablo en inglés. El tiempo se pasa rápido si vas entretenido y hasta ahora la música y las conversaciones han jugado un papel fundamental en mantener la cabeza ocupada. En ningún momento se me ha pasado por la cabeza la retirada y los malos momentos he sabido, hasta ahora, solventarlos correctamente.

La subida a Champex es relativamente corta pero a mí se me hace particularmente larga. No la esperaba tan dura y a esto se une un calor considerable y la fatiga acumulada. A partir de aquí, las piernas no empiezan a estar todo lo bien que debieran. Sin duda, la larguísima bajada anterior le ha pasado factura a mis músculos. En champex vuelvo a encontrarme con Ali y hago un descanso largo de 30 minutos mientras que me da ánimos y me ayuda a prepararme para el último tercio de carrera. Cambio de camiseta, voltaren para el cuello y plato de pasta para el estómago. Ya se notan las caras de cansancio en todos los corredores y siguen sucediéndose las retiradas. También veo a otros que no aguantan el cansancio y deciden hacer un alto en el camino, dormitando un poco. Yo decido seguir para adelante y no enfriarme demasiado.

El pueblo de Champex se encuentra junto a un lago en el que entran ganas de bañarse por el calor de las horas, pero hay que seguir. Ahora toca la fuerte subida a Bovine. Tras extraviarme un rato junto a otros por un camino equivocado, llegamos a la base de una montaña preciosa por la que discurre un sendero bajo bosques de abetos, helechos, musgos y otras plantas que invaden la zona de verdes de diferentes tonalidades. A mitad de subida me encuentro con Antonio Mudarra, que viene remontando, toda una leyenda viva de las carreras por montaña de Andalucía que corría por cuarta vez por estos lares. Finalmente nos topamos con las vacas pastando a poco de coronar y comenzar un pronunciado descenso que nos llevará a Trient, con un sendero lleno de piedras y raíces que dificultan el paso. En este momento, comienzan realmente mis problema musculares. Ya en la subida los notaba, pero ahora bajando, los cuádriceps van al límite, duros como piedras. Me apoyo en los bastones y alterno el trotar con andar. Aguanto el dolor como puedo, pues como diría el otro “no queda sino batirse.” Abandonar no está en mi mente y puestos a elegir, prefiero sufrir corriendo que andando, que por lo menos llego antes.

Aún así, el paso por Trient lo hago más tarde de lo planificado en Champex y un poco mal de ánimo. Es el peor momento de la carrera. Ali ya se encuentra allí, hablar con ella me reconforta. Quedan 29 kilómetros hasta la línea de meta y los divido en dos partes. Llevo 139 kilómetros y 25 horas encima y sé que hay que terminar cómo sea. Me tomo un paracetamol, para aliviar el dolor muscular.

 Avituallamiento de Trient








Llegada a Trient, con mala cara

La primera parte del final son los 10 kilómetros que quedan para el próximo avituallamiento con la subida a Catogne de por medio. Subiendo voy bien dentro de lo que cabe, lento pero sin pausa, a ritmo sin parar un instante. De nuevo es muy bonito el terreno que pisamos, con un verdor que impresiona y rodeados de naturaleza al 100%. Casi hora y media de subida para coronar y otra vez empieza lo duro: bajar. Es aquí donde la fortaleza mental debe hacer andar al cuerpo sea como sea. Incluso en algunos tramos sin muchas dificultades me atrevo a correr. El paracetamol hace algo de efecto y sé que todo el tiempo que me pueda quitar durante el día no tendré que sufrirlo de noche. La bajada es larga pero ya estoy en Vallorcine, en el mismo valle de Chamonix. La gente de nuevo anima mucho, hay muchos seguidores con los gritos de “allez, allez”, “Courage” o incluso españoles gritando “¡vamos!, que ya lo tienes.” Aquí paro muy poquito, para no enfriar las piernas. 6 minutos me bastan para comer, beber, reponer fuerzas, preparar el frontal y el cortavientos.

Desde Vallorcine hasta Chamonix nos quedan 19 kilómetros. Ya se sabe, que antes o después, llegaremos. Que tenemos la gloria ahí mismo y que por muchos que sean los problemas, el éxito está casi asegurado: sólo queda rematar la faena. Los primeros kilómetros tras el pueblo se tratan de falsos llanos pegados a una línea de tren en los que alterno el correr con andar. Como digo, sólo es en las bajadas donde me duelen tanto los músculos. Así llegamos a la base de la última gran subida: la Tete aux Vents. Y anochece. Las lucecitas de nuevo se pueden observar en una espeluznante zigzag hasta los alto de la montaña. Serán 750 metros de desnivel positivo en unos cuatro kilómetros. Una auténtica bestialidad para la paliza que le llevamos metida al cuerpo. Vamos sorteando escalones de piedra y de madera alternados con duras rampas de tierra donde también quedas muy expuesto a los precipicios. El cansancio te juega malas pasadas e incluso con bastones podrías desequilibrarte y caer, hay que tener mucho cuidado en estos momentos. La subida era realmente interminable, no tenía fin. Tras un tajo aparecía otro más, y luego otro más…

Cima de la Tete aux Vents (de día)


A pesar de ello, conseguí pasar por el puesto de control que tenían montado dos hombres en mitad de aquella mole de piedra con el frío y la oscuridad de la noche en los Alpes. Sólo quedaba bajar durante 11 kilómetros, pero ¡qué bajada! El primer tramo hasta la estación de esquí de la Flégère no era muy empinado pero sí técnico. Un sendero con muchas piedras y salientes hacía que me dolieran mucho las piernas, por eso de ir esquivando y saltar de una piedra en otra. Me adelantaban grupos de corredores pero no me importaba. Sabía que había hecho una carrera impresionante y que a pesar de todo iba a estar situado dentro de los doscientos mejores corredores de la mejor carrera de ultrafondo del mundo. Algo al alcance de muy pocos. En el avituallamiento de la Flégère aproveché para tomar otro delicioso caldito que preparaban los franceses mientras bromeaba con dos voluntarios sobre la carrera. El buen ánimo de nuevo se instaló en mí. 7 kilómetros de bajada nos dirigían directos hacia Chamonix, la meta que había soñado traspasar durante todo un año. Muy abajo, en el valle, ya se veían las luces de la mítica ciudad de los deportes de invierno y cuna del alpinismo. Primero por una pista de esquí y luego por un sendero lleno de raíces de pinos nos dirigíamos hacia allí. A esa altura, ya iba teniendo alguna que otra “alucinación” viendo en piedras, árboles y sombras todo tipo de figuras: personas sentadas, pelotas de fútbol o sillas. Son espejismos que se mostraron ante mí.

Pero ya nada me podía detener: iba disfrutando de lo conseguido, asimilando la proeza, analizando la gran carrera que había realizado. Y además, iba a conseguir bajar de las 32 horas, algo que ni en mis mejores sueños había pensado. Llego a Chamonix y me pongo a correr pasando por el arco del último kilómetro. Varias personas te van felicitando por la calle: “ya lo tienes”. 500 metros, veo a Ali y me da la bandera de Yunquera con sus dos pinsapos; esos que representan los lugares por donde he pasado tantas veces, por donde he corrido tantas horas para llegar a donde estoy ahora, mi sueño de tantas noches. Llego a la recta de meta aclamado por el público, chocando la mano de aquellos que te miran como si fueras un guerrero que viene de la dura batalla. Entro por la meta con una sonrisa, llevando a mis espaldas el pinsapo, símbolo de la Sierra de las Nieves y que desde ahora tendrá un hueco en los majestuosos Alpes. Yo también me llevo un pedacito de los Alpes para la Sierra de las Nieves, algo que nunca olvidaré.


Llegada a Chamonix
El momento tan esperado

15 comentarios:

  1. Enhorabuena Rafa por tu crónica, pero sobre todo por todo este esfuerzo e ilusión que has puesto en carrera.
    Creo que no hace falta que te diga que desde aquí hemos estado con cualquier aparatejo que se conectara a internet pendientes de por donde iban tus pasos.
    No quería dormirme el sábado por la noche hasta que no viera el último tuit de tu llegada.
    Un saludo. De nuevo, enhorabuena artista¡¡¡

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  2. Enhorabuena Rafa,una gran crónica que describe la carrera como si el que la lee estuviese corriendo. Felicidades mákina!!!

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  3. Palabras llenas de entusiasmo y fuerza, que demuestran tu coraje y valía. ¡Enhorabuena campeón de nuevo y un millón de veces más!

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  4. Palabras llenas de entusiasmo y fuerza, que demuestran tu coraje y valía. ¡Enhorabuena campeón de nuevo y un millón de veces más!

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  5. Joder Rafa despues de todo el finde siguiendote y ahora te presentas con esto?
    si ya estaba emocionado siguiendote por Twitter ahora casi me haces llorar de lo bien que has descrito el recorrido y tus vivencias, leyendo paraece que esta uno alli. Enhorabuena por tu puesto que sera dificil de batir, pero todavia mas por haber terminado la carrera que era lo importante. El Quini Team esta contigo y que sepas que ser eres.

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  6. Por la manera de expresarte se nota que ha sido una aventura dura pero a su vez muy gratificante. Ya desde pequeño en los juegos comarcales apuntabas maneras y se sabe que todo sacrificio tiene su recompensa, has hecho tu sueño realidad.Enhorabuena por tu gran hazaña y disfruta de lo conseguido, un abrazo.

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  7. Jose Juan Guerra5 sept 2013, 11:34:00

    Enhorabuena Rafa he podido seguir tu carrera por twitter y redes sociales y la verdad que siento como si lo hubiese hecho un paisano mio, desde luego es para estar orgulloso de tener un vecino capaz de realizar semejante proeza desde aqui un dardo al Ayuntamiento del que tu formas parte y que no por eso no te lo merezcas ¿teneis pregonero de feria? que mejor que Rafa para hacerlo...sigue asi Maquina.

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  8. Vaya cronica la tuya amiga y vaya reto el que te has marcado, un burgueño te saluda y te felicita porque vaya proeza te has marcado. Enhorabuena de nuevo campeon.

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  9. Enorabuena otra vez, la historia de un sueño echo realidad.

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  10. Además de extraordinario corredor eres un buen escritor; muy expresiva tu crónica. Enhorabuena por la gran carrera conseguida.

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  11. Gracias a todos por vuestros mensajes de ánimo y el seguimiento que habéis tenido de mis andanzas por los Alpes. Me siento feliz de haberos podido transmitir las mejores de las sensaciones que he sido capaz de experimentar allí.

    Gracias de nuevo y nos veremos por las montañas!

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  12. Si seguirte durante todo el recorrido de esta gran aventura por twitter, y en la página oficial de la UTMB, viendo por donde iban cada uno de tus pasos en todo momento, y sin querer irnos a dormir porque asi, de algún modo estabamos viviendolo contigo fue emocionante, leer esta gran crónica, ¡lo es aún más Rafa! Nos has echo sentir cada una de tus emociones, y en mi caso, hasta has echo que se me llenen los ojos de lágrimas en algunos puntos de esta descripción tan personal y llena de corage, fuerza, valía, entusiasmo y sobre todo muchas ganas e ilusión.
    Era tu sueño, pero por unos días lo has convertido en el de todos,¡Enhorabuena Rafa!
    ¡Sigue así campeón!

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  13. Mario Hernández20 sept 2013, 13:10:00

    Vaya pasada de crónica, me has puesto los dientes largos. Enhorabuena por el reto conseguido porque está al alcance de muy pocos, soy corredor de la pinsapo trail y es un honor que la cabeza visible de esa carrera haya estampado el sello del pinsapo en el mismísimo Mont Blanc.
    Por cierto, mítica la frase "Abandonar no está en mi mente y puestos a elegir, prefiero sufrir corriendo que andando, que por lo menos llego antes".
    Nos vemos por los pinsapos!

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