10 mar 2011

Bajar a Río Grande en un día como hoy

Bajar corriendo a río Grande en un día como hoy implica pasar un "día de perros": pisar charcos, no ver nada con la niebla, exponerte a una caída por un resbalón, calarte hasta los huesos por la humedad....

Bajar a río Grande en un día como hoy es renunciar a la candela, a la copa o a la estufa; arriesgarte a un resfriado. Es fijarte en cada cañada, en cada arroyo que acabará inevitablemente en el gran río. Es oler a tierra mojada, a humedad y a "campo". Es acercarte a Zarzalones con inquietud e impaciencia, es escuchar un gran ruido que no cesará hasta la vuelta.



Bajar a río Grande en un día como hoy es asomarte al circo de Zarzalones descubriendo entre la niebla la fuerza de la naturaleza, es correr hasta el fondo para observar la increíble cascada que en días así es la reina del lugar. Es escudriñar el curso del río por cada agujero y por cada espacio que dejan las rocas y la vegetación. Es pararte a contemplarlo todo a pesar del frío y la lluvia.


Bajar a río Grande en un día como hoy es jugártela entre piedras resbaladizas y aguas turbulentas buscando la mejor imagen del río, es saltar de orilla a orilla para ver brotar el agua lo más cerca posible. Es pensar en geología, en acuíferos y niveles freáticos porque cuando hay tanta agua, ésta brota más arriba de la cueva; en un caos de bloques, bajando por la gran piedra lisa hasta la presa.





Bajar a río Grande en un día como hoy es asomarte a la cueva viendo como salta el agua, blanca y espumosa, por entre las piedras y las adelfas. Es tener una tremenda sensación de soledad, pero de la buena, y pensar en la fuerza de la naturaleza; en que todo podría venirse abajo en un instante y que si el río quisiera, se llevaría lo que encontrara por delante, por mucho que el ser humano sepa construir presas y embalses para frenar ese ímpetu colosal. Es ver en un segundo, miles de litros pasar, billones de gotas que horas y días atrás cayeron en algún remoto lugar de la Sierra de las Nieves. Es una sensación única...



Bajar a río Grande en un día como hoy es subir los escalones de la presa, sacados de alguna ciudad mesoamericana precolombina. Es echar un último vistazo atrás, cuando desapareces por la vereda. Es adelantar a un sapo corriendo por el puerto de río Grande mientras anochece. Es atravesar el carril de Porticate a Los Arbolitos de noche, sin más luz que la del flash de la cámara del móvil. Me cruzo con algunos coches cerca de Yunquera, desaceleran un poco, pues han visto a un loco pasar: empapado de agua y sudor, con las pupilas dilatadas por la oscuridad y con una sonrisa de satisfacción en la cara.




Al llegar a casar, la candela sigue encendida, ha merecido la pena.

5 comentarios:

  1. Joe, si tiene que estar bien bajar en días como estos y contemplar en vivo la cascada y el nacimiento. Pero yo vajaría en coche Rafa, que lo de correr bajo la lluvia...

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  2. También tiene su puntito Pepelu, jejeje Lleva toda la noche y la mañana lloviendo en Yunquera. El río debe llevar en estos momentos muchas más agua...soy capaz de llegarme hoy otra vez jajaja

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  3. si vas pon mas fotos de la cascada de 40 y de la presa estan muy chulas las fotos el paseo y el bienestar interior

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  4. Otra gran entrada de este blog. Las fotos son preciosas, y la forma en que lo has contado mejor aún...enhorabuena una vez más amigo!
    Un saludoo

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  5. Me alegro Martos, seguro que tú también has sentido lo mismo al bajar más de una vez. Por cierto, hoy he estado corriendo por el carril de la Fuensanta y también iba el río muy bonito de bote en bote.

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